
Ahora bien, no es algo tan sencillo. Y no necesariamente existe un propósito único. Pueden coexistir diferentes propósitos no mutuamente excluyentes, pueden ser complementarios. Veamos los tipos de propósito:
• Económico: Preservar y hacer crecer los activos, asegurar la estabilidad financiera actual y entre generaciones
• Empresarial: Mantener la unidad y el enfoque para preservar y hacer evolucionar la empresa familiar
• Filantrópico: Contribuir al bienestar de la comunidad, crear impacto social con sentido
• Educativo: Invertir en el desarrollo y la formación integral de las nuevas generaciones
• Relacional: Fortalecer los lazos afectivos, fomentar la colaboración y el encuentro entre generaciones
• Identitario: Conservar en el tiempo y a través de las generaciones la historia, los valores y la cultura que definen la familia
Es posible que durante algún tiempo sea preponderante alguno de los propósitos, dependiendo de la dinámica propia de cada familia. Es posible que alguno de ellos sea olvidado y por dicha causa se genere alguna crisis familiar.
Pero, en síntesis, queda claro que un patrimonio familiar no existe con el fin de amontonar dinero o activos. Debe existir para generar felicidad, inicialmente entre los miembros de la familia a través del tiempo y las generaciones. Pero también debe irradiarse hacia la sociedad, hay que saber devolver con generosidad.